PREGUNTAS FRECUENTES
LO PRIMERO: CONOCER LO QUE ES LA DISLEXIA
A lo largo del tiempo, la palabra “Dislexia” ha sido utilizada mucho y a veces muy mal. Este concepto ha sido, y quizá todavía sigue siendo, un “cajón de sastre” donde se metían muchas alteraciones de diferentes tipos, que no siempre tenían que ver con lo que hoy en día a nivel científico se entiende por Dislexia.
Entonces, ¿qué es realmente la Dislexia?
Una vez revisadas las definiciones e investigaciones científicas a nivel internacional, podemos definir la dislexia como una “alteración neurológica cuya afectación se refleja en dificultades persistentes en la lectura, pudiendo estas dificultades, ser de diferentes tipos y con distinta intensidad”. Es importante aclarar que esta dificultad en los procesos lectores no está ocasionada por un bajo nivel intelectual, ni por problemas perceptivos de índole auditiva o visual, es decir, están provocados por unas “micromalformaciones” (microdisgenesias) a nivel cortical que ocasionan que no se produzca adecuadamente la conexión de ciertas partes del cerebro y dan como resultado estos problemas (Fig1).
Fig.1
Además, a veces, junto con la dislexia, aparecen otras alteraciones relacionadas con la escritura (disgrafía y disortografía) y con el cálculo (discalculia), que deberán ser evaluadas, analizadas y orientadas de forma paralela a la dislexia, pero como entidades separadas.
Por lo tanto, y apoyándonos en investigaciones de autores como Pennington&Olson, (2005); Olson, (2007), Williams y D’Onovan (2006), (McGrath, Smith, &Pennington, (2006), Barkovich et al, (2005), Galaburda, (2005), entre otros, podemos afirmar que la Dislexia es una alteración genética que persiste a lo largo de toda la vida del sujeto disléxico. Es decir, hoy por hoy no se cura. Por ello, es importantísimo entender que las intervenciones tanto a nivel escolar como a nivel familiar o privado, deben ir dirigidas a compensar las dificultades de los sujetos y no encaminadas a “curar”, “corregir” o “reeducar” los errores de los niños, sino a buscar métodos alternativos que hagan que los sujetos disléxicos reciban la misma información que el resto de los otros niños, pero por vías alternativas que “salven” la barrera que supone la información que les llega a través del soporte escrito. Del mismo modo que a un niño sordo se le pone un audífono para que le llegue la información, al niño disléxico también le tenemos que proporcionar “medios” para que también le llegue la información. Es pues, una cuestión de “acceso” a la información, no de ponerle a hacer fichas de la “p” para que no la confunda más, al igual que al niño sordo no le ponemos música para que oiga mejor.
Una vez que se entiende esto, actuar ante la dislexia es realmente sencillo y las adecuaciones, tanto a nivel escolar como en otros contextos, resultan totalmente efectivas, ya que con pequeñas modificaciones metodológicas, el niño disléxico podrá seguir el mismo ritmo de adquisición de contenidos que el resto de sus compañeros y sacar la nota conforme a lo que se esfuerce y estudie, pero sin tener la limitación de la lectura y/o escritura.
¿SE CURA LA DISLEXIA?
No. Hoy por hoy, no existe ningún método ni médico ni pedagógico que haga que un niño con dislexia, deje de tener esas alteraciones a nivel cerebral. Así que cuidado con las ofertas de “métodos milagrosos” o “terapias de reeducación o corrección”, que prometan solucionar el problema, porque detrás de esas afirmaciones se encuentran personas que o bien no saben lo que es la dislexia y se están refiriendo a que curan otra cosa, o lo que es peor, a personas que su único fin es conseguir un beneficio económico a costa de las esperanzas de las familias de niños con dislexia. Y lo peor, no es tanto el gasto económico que a ustedes les pueda suponer, sino los perjuicios a nivel emocional principalmente sobre el niño, ya que si le aseguran que el método es tan maravilloso y resulta que no funciona, la culpa se volverá hacia un niño que quizá “no se ha esforzado lo suficiente” y eso, eso es lo realmente peligroso de estos vendedores de falsas esperanzas, que le echen todavía más culpa a los niños que padecen esta disfunción, como si ellos fueran capaces de modificar una alteración física de su cerebro, absurdo ¿no creen?
NO obstante, un niño con dislexia puede mejorar a lo largo de su vida en los procesos lectoescritores, sobre todo si el entrenamiento en las habilidades afectadas se producen en determinados momentos de su desarrollo.
Es más, si el nivel lectoescritor de un niño sin afectación se produce en una curva ascendente a lo largo de su vida, el niño con dislexia tiene la misma curva de mejora, pero siempre con una diferencia de entre 1 ó dos desviaciones típicas respecto al nivel conseguido por un normo-lector, es decir, siempre por debajo del nivel esperado para su edad.
¿DEBO OBLIGAR A MI HIJO/A A LEER UN POCO CADA DÍA?
No. En el momento que empleamos la palabra “obligar” estamos cometiendo un error. Un niño con dislexia no va a leer mejor porque lea más. Es como si a un niño sordo le obligáramos a escuchar sonidos con la finalidad de que recuperara las habilidades auditivas.
Esto no significa que los niños con dislexia deban abandonar la lectura, no es así. Hay muchos grados de dislexia y la tarea lectora debe adaptarse a cada uno de estos niños. Habrá niños a los que les guste leer y no lo perciban como algo desagradable, pues que lean. Otros niños, quizá por su propia trayectoria personal, perciben la lectura como algo que les provoca ansiedad y sensación de fracaso, entonces, ¿para qué “obligarles” a pasar un mal rato? Existen muchas formas alternativas de adquirir cultura, conocimientos y acceder a la información que contiene un libro, por ejemplo con el uso de las nuevas tecnologías. Ver un documental, buscar información en internet o simplemente tener una enriquecedora charla con nuestros hijos, les va a proporcionar más información y va a ser algo más agradable que decirle: “ve a tu habitación a leer media hora”.
¿UN NIÑO CON DISLEXIA ES CAPAZ DE APRENDER LO MISMO QUE SUS COMPAÑEROS?
Sí. Debemos entender que un niño con dislexia no tiene una discapacidad intelectual, simplemente cuando la información está escrita, le cuesta “descifrarla”. Es como si a cualquiera de nosotros nos piden que aprendamos a hacer un pastel de manzana y para ello, nos dan la receta escrita en ruso. Probablemente la mayoría de nosotros que no sabemos ruso, no logremos descifrarla, otros que quizá dominan un poco ese idioma, consigan entender algo, aunque no bien del todo. Pues algo parecido les pasa a los disléxicos, cada uno con su grado de dislexia, entenderá más o menos cantidad de “receta”. Y yo me pregunto, ¿no sería más efectivo ver un video explicativo de cómo se hace un pastel de manzana?, porque aunque el video estuviera en otro idioma, con las imágenes, la mayoría de nosotros seríamos capaces de elaborar un rico postre.
Efectivamente, un niño con dislexia es perfectamente capaz de aprender lo mismo que sus compañeros, simplemente debemos salvar el obstáculo que le supone que la información casi siempre vaya escrita en un papel y proporcionarle la información utilizando la vía auditiva (leerle, explicarle las cosas, utilizar lectores informáticos, etc), visual (acompañar las explicaciones con imágenes) y manipulativa (dejar que experimente y manipule objetos que puedan aportarle información sobre el tema a tratar).
¿ES CONVENIENTE QUE MI HIJO/A SEPA QUE ES DISLÉXICO?
Sí. Como norma general, podemos afirmar que cuando se conocen las causas de los problemas, es más fácil poner medidas para solucionar sus consecuencias negativas.
Es importante además explicarle a los niños su problemática de una forma ajustada a su edad, madurez y estado emocional, profundizando en lo que se vea más adecuado. No olvidemos que la finalidad de que sepan lo que les pasa es ayudar, no complicar las cosas. De esta manera, un niño con siete u ocho años (edad a la que se puede hacer un diagnóstico fiable de dislexia), es capaz de comprender de forma sencilla que una persona tiene diferentes habilidades y que no tiene por qué ser “un fiera” en todas ellas. Hay personas que tienen muy buena habilidad para el dibujo, otras para el deporte, otras tienen muy buena memoria, otros leen muy bien, otros son muy responsables, cariñosos, afectuosos, etc, etc, etc. En el caso de un disléxico, hay habilidades que van a estar afectadas y cuya ejecución estará a un nivel inferior que el resto de sus compañeros de clase, pero seguro que hay aspectos que podemos destacar de ellos.
El mensaje que debemos darle es que todos tenemos puntos fuertes y puntos más débiles, pero que lo importante es hacer todo lo que podamos con las habilidades que tenemos, intentar mejorar y esforzarnos por hacer las cosas lo mejor que podamos. De esta manera, poniendo todo nuestro empeño en lo que hacemos, estaremos contentos con nosotros mismos, aunque a veces el resultado no sea el mejor del mundo, ¡y no pasa nada!
Dar una explicación a nuestros hijos sobre lo que ocurre en sus vidas siempre es una buena idea. En el caso de la dislexia además, resulta necesario porque los niños saben que les ocurre algo, son conscientes que no hacen determinadas cosas bien y si nosotros no le damos una explicación, él se buscará una propia; y a menudo la explicación que encuentran es que son “tontos” y eso no lo debemos consentir.
¿QUÉ EDAD ES LA MÁS APROPIADA PARA QUE A MI HIJO/A LE HAGAN UN DIAGNÓSTICO FIABLE DE DISLEXIA?
Aunque las dificultades de tipo disléxico dejan ver algún rasgo en edades tempranas, como regla general, podemos afirmar que la edad adecuada para emitir un diagnóstico de dislexia se situaría alrededor de los 7/8 años, pero ¿porqué? La razón es que las estructuras corticales que regulan el proceso lector concluyen su maduración sobre esta edad y eso significa que ya se puede afirmar con mayor seguridad que si persisten los problemas lectores no es por causas madurativas.
Antes de esta edad y aunque haya evidencias muy fuertes de alteraciones lectoras significativas, debemos contemplar la posibilidad de que todavía no han madurado las zonas del cerebro que controlan este proceso y como tal, emitir un diagnóstico de dislexia puede no ser exacto. Por ejemplo, a nadie se le ocurriría pensar que a un niño de 4 meses le pasa algo raro porque no es capaz de andar solo. Esto es porque entendemos que todavía “no está maduro” para hacer este tipo de logros. Entonces ¿por qué no aplicamos el mismo patrón a la lectura y escritura?
Diversos investigadores coinciden en señalar que la edad adecuada para comenzar con el aprendizaje de la lectoescritura es a los 6 años, ya que a esta edad, las estructuras cerebrales que van a controlar este proceso están en disposición de asimilar tales contenidos instruccionales.
En países como Finlandia, cuyos resultados a nivel escolar están a la cabeza de Europa, comienzan a enseñar la lectura y la escritura a los 7 años. De esta manera, una vez que los niños están preparados fisiológicamente, en pocos meses alcanzan unos niveles lectores adecuados, sin necesidad de estar “machacándolos” desde los 3 años, cosa que además, para un niño disléxico es esencial. Durante los 3, 4 y 5 años hay gran cantidad de contenidos que es necesario trabajar y que van a sentar las bases de un buen aprendizaje posterior.
¿QUÉ TIENE QUE VER LA DISLEXIA CON QUE MI HIJO ESCRIBA MAL?
La palabra dislexia proviene del griego y etimológicamente significa “mala lectura” o “lectura dificultosa”. Por lo tanto, cuando hablamos de dislexia hacemos referencia a procesos lectores. Pero aunque esto es así, tenemos que puntualizar que en la mayoría de los casos, junto con los problemas lectores, aparecen asociados problemas en la escritura, que pueden ser de diferentes tipos y grados. Suele haber por tanto una disgrafía (mala letra) y/o una disortografía (faltas de ortografía) asociada que debe ser también diagnosticada, analizando el tipo de errores que comete el niño y qué medidas adoptar al respecto.
De forma general debemos decir que al igual que la intervención en dislexia no debe centrarse en que el niño lea más, con los problemas en escritura ocurre igual, no debemos basar nuestra intervención en hacerles escribir y escribir con la esperanza de que desaparezcan las dificultades. Las estrategias a seguir deben ser de tipo compensador, como por ejemplo apuntarle a clases de mecanografía para que aprenda a escribir perfectamente en el ordenador. Con ello, además de favorecer su autoconcepto, le estaremos dando herramientas útiles para enfrentarse a su futuro académico y profesional. No debemos olvidar que esta disgrafía y/o disortografía de tipo disléxico es una alteración neurológica que tiene la misma base fisiológica descrita anteriormente, con lo cual, pretender corregir tales alteraciones a base de práctica, no va a dar los resultados que esperamos.
¿QUÉ HAGO CON LAS FALTAS DE ORTOGRAFÍA DE MI HIJO?
Primera respuesta: En principio, nada. Hay que tener cuidado con el uso poco profesional de materiales supuestamente para “tratar las alteraciones escritoras”, pues se necesita un alto nivel de cualificación para conocer qué puede ser útil y cuándo usarlo, para obtener el beneficio buscado y no tener, en contrapartida, los efectos adversos.
En este aspecto, hay una gran controversia entre algunos investigadores. Algunos, dentro de corrientes cognitivistas o constructivistas, señalan que algunos materiales para la reeducación son útiles (Calvo, A.R.) y otros, sin embargo, dentro de corrientes neuropsicológicas, consideran que no se deben utilizar estos materiales, sobre todo en edades más avanzadas, y que hay que centrarse en las estrategias compensadoras.
Segunda respuesta: Ponemos como primera respuesta “nada”, para transmitir una idea clara respecto a este tema. Un disléxico con alteraciones disortográficas, siempre va a tener este problema. Con lo cual, el objetivo escolar no debe ser reeducar ni entrenar al niño en estas tareas, sobre todo en edades posteriores a los 9 años, aproximadamente. Las medidas que se deben poner en marcha ante las faltas de ortografía de un disléxico disortográfico, son compensadoras, es decir, no penalizárselas, proporcionarle estrategias para que se minimice su aparición y no centrarse en trabajarlas en horario escolar.
Como estrategias compensadoras para casa, se pueden mencionar las siguientes:
- Fomentar la adquisición de vocabulario y sobre todo de sinónimos alternativos a las palabras “peligrosas”, para que en caso necesario, el niño sea capaz de decir las cosas de otra manera sin necesidad de nombrar la palabra en la que tiene dudas de cómo se escribe.
- Memorizar algunas reglas ortográficas que le permitan minimizar los errores de palabras de uso muy común. Ej.: las palabras que terminan por –aje, -jero y –jería se escriben con “j”. Es importante remarcar en este apartado, que no se debe abusar de esta estrategia, porque aunque el niño disléxico se aprenda las reglas ortográficas seguirá cometiendo fallos y además, para hacer un texto de una determinada extensión y mantener un cierto ritmo, esta estrategia no es válida; por eso se incide en la idea de que se utilice esta estrategia de forma puntual y para palabras que sean de uso común.
- Utilizar reglas mnemotécnicas (tipo ideogramas u otras fórmulas visuales), para reforzar la ortografía de determinadas palabras. ¡Ojo! En este apartado decimos lo mismo que en el anterior, la memoria visual tiene un límite y no es la panacea para solventar las faltas de ortografía. Se utilizará en contadas ocasiones, en función de la capacidad del niño y aplicadas siempre a unas palabras determinadas que en ese momento sean utilizadas. Por ejemplo, a la hora de estudiar un tema nuevo con vocabulario muy novedoso y específico.
¿CÓMO AYUDAR A MI HIJO A LA HORA DE HACER LOS DEBERES Y PREPARARSE PARA LOS EXÁMENES?
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que debe existir una completa colaboración con el centro educativo donde estudia el alumno, ya que las estrategias a seguir en casa, deben estar en plena consonancia con lo que se hace en el colegio.
Una vez dejado esto claro, las estrategias metodológicas para ayudar al niño disléxico en casa se resumen en la idea siguiente: “Hay que transmitirle la información por vías alternativas al libro de texto”. ¿Qué significa esto? Pues que no podemos privar al niño de acceder a la información que está escrita en un papel o un libro por el mero hecho de ser disléxico. Tendremos que dársela de otra forma, como por ejemplo a través de documentales, películas, explicaciones orales, apoyos visuales, lectores informáticos, etc.
Por otra parte, a la hora de ayudarles en la preparación de exámenes, tendremos que saber exactamente cómo se le va a preguntar la información, para adecuar la forma de estudio al tipo de tarea. Es decir, no es lo mismo que le hagan el examen de forma escrita o de forma oral, con preguntas cortas o tipo test. De ahí que deba existir una perfecta coordinación entre centro escolar y familia, con el fin de saber qué partes de la lección serán preguntadas en un examen escrito y de qué forma, y qué partes se deben preparar para decirlas de forma oral. De esta manera, nos estaremos cerciorando que los criterios de calificación y procedimientos de evaluación, están acordes con los objetivos, contenidos y metodología didáctica.
Es importante señalar, que previamente a la incorporación de estrategias compensadoras como pueden ser los exámenes orales o la utilización de lectores informáticos, se debe realizar con el niño un entrenamiento de las habilidades cognitivas y prácticas requeridas para utilizar con éxito estas estrategias. Cualquier niño, no sólo el disléxico, precisaría de un tiempo de práctica para poder expresar las ideas contenidas en un libro de forma oral con adecuada estructura y coherencia narrativa; y son precisamente éstas y otras habilidades las que se deben abordar desde las etapas iniciales de la escolarización, desarrollando en los alumnos las funciones cognitivas esenciales para realizar con éxito dichas tareas intelectuales.
Especial atención hay que dedicarle al tema de los idiomas. La idea principal que debe prevalecer en el aprendizaje de los idiomas con un niño disléxico es la ya apuntada anteriormente, pero que no nos cansaremos de repetir y es que: “no hay que privar a un niño disléxico de aprender otros idiomas por el hecho de que a nivel leído y escrito le cueste mucho”.
Si en castellano un niño disléxico tiene problemas a la hora de leer y escribir, en idiomas como el francés o el inglés, todavía más, ya que son lenguas donde los procesos de decodificación y conversión fonética son más complejos (porque no se leen como se escriben). Aún así, la dislexia no tiene nada que ver con la capacidad auditiva de los sujetos, por tanto, a nivel oral, cualquier disléxico puede aprender a hablar en cualquier idioma, ¿o es que los disléxicos extranjeros no hablan?
En este sentido, el nivel de exigencia a nivel escolar en escritura y lectura de los idiomas, debe adecuarse a las capacidades del propio niño/a. Si su grado de dislexia le permite aprender 4 palabras en el tiempo que los demás alumnos aprenden 20, el nivel de exigencia serán 4 palabras. A nivel oral se pedirá lo mismo que a los demás, no más.
¿CÓMO PROPORCIONARLE Y PROPORCIONARNOS APOYO EMOCIONAL?
Debido a que la Dislexia no es una discapacidad visible como puede ser una ceguera o un problema físico, a menudo ocurre que mientras no se tiene un diagnóstico claro y no se sabe por qué el niño comete los errores que comete, lo más habitual es achacar dichos problemas a falta de esfuerzo, falta de atención, falta de concentración o incluso a falta de capacidad intelectual. El resultado de tal situación conlleva generalmente una sensación de agobio e impotencia tanto para padres, como para educadores y por supuesto para los propios niños, que pueden llegar a pensar de sí mismos que son “torpes” o “tontos”, porque interiorizan que lo que les pasa no es algo propio de un niño listo y aplicado.
Por el contrario, cuando se realiza una evaluación psicopedagógica y se emite un diagnóstico ajustado a la realidad del individuo, la situación cambia. El conocimiento de las cosas posibilita que podamos asumirlas, entenderlas y poner los medios para minimizar sus consecuencias negativas. En muchas ocasiones, cuando a unos padres se les trasmite el diagnóstico de dislexia y se les explica adecuadamente qué es, en qué influye y cómo abordarla, los familiares, aunque parezca una contradicción, respiran aliviados por primera vez en mucho tiempo, porque ya saben lo que le pasa a su hijo y por lo tanto ya sabemos el camino a seguir. Quizá en este punto, algunos padres experimentan sentimientos de culpa porque piensan: “¿qué he estado haciendo todo este tiempo?”. Respuesta: Habéis hecho lo que considerabais mejor para vuestro hijo. Así que no es tiempo de lamentarse y sí de mirar hacia delante y empezar a trabajar adecuadamente a partir de ahora.